Alcaraz dibuja su segunda final de Wimbledon

Alcaraz dibuja su segunda final de Wimbledon

Carlos Alcaraz derribó el muro de Daniil Medvedev (6-7 (1), 6-3, 6-4 y 6-4). En la pared más grande del tenis actual, la más difícil de explotar y casi imposible de saltar, encontró el español una grieta por la que colarse y dibujar su segunda final en Wimbledon, la que le puede deparar el cuarto Grand Slam de su aún corta carrera deportiva.

El pulpo, el muro, la muralla rusa cayó, y lo hizo porque se topó con el Alcaraz más brillante. Como era de esperar, el murciano, 'in crescendo' durante las dos semanas de torneo, tocó su punto más álgido cuando más lo necesitaba, cuando tuvo enfrente al jugador más talentoso de los seis que ha visitado en Wimbledon.

La paliza del año pasado, cuando le infligió un triple 6-3, era difícilmente repetible y Medveded dio atisbos de haber encontrado la clave de lo que falló para remediarlo. El primer set siempre estuvo en su mano, aunque se empeñara en complicárselo.

El ruso rompió por primera vez con 2-1, tras un regalo de Alcaraz, pero el murciano devolvió el 'break' con un globo imposible a un jugador de 1,98, el número uno más alto de la historia de este deporte.

Estabilizado el marcador, lo que seguía perdido era el servicio del español, con porcentajes de primeros por debajo del 40 %. Volvió a perder el servicio y permitió que Medvedev escalara hasta el 5-2. Los nervios variaban de uno a otro y el ruso desperdició el saque con 5-2 y un 0-30 con 5-4 para apuntarse el parcial.

Enfadado, más consigo mismo que con cualquier otra cosa, Medvedev lo pagó con la juez de silla, Eva Asderaki, a la que recriminó equivocarse con un doble bote. Algo le dijo, ininteligible desde televisión o en la pista, y la juez llamó al supervisor, para decidir qué hacer con el ruso. Una descalificación hubiera sido posible, pero no en unas semifinales de Wimbledon. Medvedev se llevó una simple advertencia y el juego continuó hasta el 'tie break', donde el moscovita solo se dejó un punto.

No era este un escenario desconocido para Alcaraz. Era otra dosis de sufrimiento, como ya ocurrió con Tiafoe, Humbert y Paul. Solo había que saber cómo administrarla y para Alcaraz la medicina fue empezar a sacar mejor.